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martes, 21 de diciembre de 2010

El Lobo - Perro de los Teotihuacanos

Teotihuacán, Méx.- A partir de estudios de arqueozoología aplicados a esqueletos de cánidos hallados en entierros de la Pirámide de la Luna y el Templo de Quetzalcóatl, en Teotihuacán, especialistas determinaron que esta antigua cultura practicó la hibridación del lobo y el perro, para la crianza del loberro, un animal que se usaba en rituales y estaba asociado con la milicia teotihuacana.

“Lobos y perros comparten 99.8 por ciento de información genética, de ahí que la cruza de ambos animales practicada por los teotihuacanos pudo ser factible, y dio como resultado al loberro, un ejemplar que portaba la sangre divina del cánido silvestre, pero en un cuerpo manejable”.

Así lo dio a conocer el arqueozoólogo Raúl Valadez Azúa, del equipo de especialistas de la UNAM que analiza las osamentas de animales hallados en el Entierro 6 de la Pirámide de la Luna, descubierto en noviembre de 2004 por investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) y Aichi Prefectural University, de Japón, como parte del Proyecto Arqueológico Pirámide de la Luna.

Casi a punto de concluir los análisis de arqueozoología —llevados a cabo por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM—, el especialista detalló que a partir de la identificación de especies de restos de fauna hallada en la Pirámide de la Luna, y los estudios hechos en años previos a otros huesos de animales descubiertos en entierros del Templo de Quetzalcóatl, se ha determinado la presencia del loberro en las ofrendas.

“Se ha identificado como un animal creado por el hombre, que nos muestra tanto el manejo avanzado del uso de la fauna, como el conocimiento que tenían los teotihuacanos de la biología de las especies”.

El arqueozoólogo indicó que en este estudio, que además del análisis de los restos óseos, también incluye el análisis iconográfico de las representaciones de animales en la pintura mural y cerámica teotihuacana, se ha ampliado el conocimiento del uso de la fauna en la cultura teotihuacana, que de acuerdo con las investigaciones hechas suman alrededor de 120 las especies animales identificadas, que fueron usadas con distintos fines.

“No sólo se limitaba al aprovechamiento de la carne, la piel o el hueso, sino que tenían un amplio conocimiento sobre la biología de los animales, lo cual se veía reflejado en la manipulación de los organismos, en prácticas como la cautividad o quizá incluso su domesticación”.

Valadez Azúa abundó que entre 1988 y 1989, como parte del Proyecto Arqueológico Templo de Quetzalcóatl, se descubrieron una serie de entierros, entre los cuales destacó el número 4, que estaba constituido por 18 individuos atados de pies y manos, que portaban indumentaria propia de guerreros de élite.

“Uno de los personajes portaba como parte de su indumentaria nueve maxilares que fueron hechos por los teotihuacanos, a partir de fragmentos de paladares y piezas dentales de varios ejemplares, que en un principio se creyó eran perros.

“A partir de medidas dentales y del paladar, así como de la forma dental, se identificó que ocho de los maxilares correspondían a híbridos de perro y lobo o loberros, tres a perros, dos a híbridos de coyote y loberro, y uno a la mezcla de coyote y perro”.

El investigador explicó que esa identificación, junto con el análisis de diversas pinturas murales de la Zona Arqueológica de Teotihuacán, llevó al equipo de investigadores a replantear el papel que jugaba el lobo en la cultura teotihuacana, como símbolo de la milicia.

“Durante muchos años, cualquier representación teotihuacana que tuviera forma de cánido se interpretaba como coyote, es así que los artículos sobre la iconografía de esta cultura, realizados entre 1960 y 2000, la interpretación de una forma de cánido se asociaba con el coyote.

“Ahora tenemos la información arqueozoológica que demuestra que, por cada osamenta de coyote que se descubre hay 20 lobos, lo que está llevando a repensar la interpretación de representaciones iconográficas de cánidos.”

Raúl Valadez explicó que de todos los grandes animales depredadores como el jaguar, puma, lobo, coyote y águila real, el único que tiene un sistema de conducta que lo hace apto para su manipulación por el hombre es el puma, el cual puede no sólo mantenerse en cautiverio hasta edad adulta, sino incluso reproducirse.

En el caso del lobo, se puede tomar un lobezno de un mes de edad y con toda probabilidad puede sobrevivir con el humano hasta la etapa juvenil porque muchas de sus pautas de conducta son como las de un perro, pero rebasando los seis meses busca ubicarse como un líder dentro de su grupo, y su temperamento lo convierten en un animal peligroso para el humano. Los lobos, jaguares y águilas difícilmente podrían mantenerse algunos meses en cautiverio hasta que llegara la fecha del evento ritual, señaló.

“Los restos de fauna nos hablan de ese proceso en Teotihuacan. En el caso de los lobos, se han encontrado crías juveniles completas, pero de ejemplares adultos sólo se han hallado las cabezas y pieles; en el caso de los pumas se han descubierto osamentas completas de ejemplares que estuvieron vivos hasta el último día antes del sacrificio, eso nos permite pensar que quizá alcanzaron un nivel más avanzado en el manejo en cautiverio del puma y quizá se promovió su crianza con propósitos religiosos.

“En las excavaciones que se realizaron en la Pirámide de la Luna se encontraron varios entierros-ofrenda con restos de lobos de seis meses de edad que fueron enterrados vivos, por lo que se infiere que fueron capturados siendo lobeznos y se mantuvieron en cautiverio durante unos meses para ser utilizados en el momento de hacer el sacrificio”, abundó el arqueozoólogo Valadez Azúa.

También, añadió, hemos identificado restos de pumas, jaguares y águilas, que en algunos casos —como el del Entierro 6— varios ejemplares de águilas y pumas tenían contenido estomacal; analizamos los restos de ese alimento y pudimos verificar que se trata de conejos cocidos, lo que nos indica que no se trataba de animales que acabaran de capturar, sino que estuvieron en cautiverio, alimentados por el hombre hasta el momento de ser sacrificados en la ofrenda de la Pirámide de la Luna.

El investigador comentó que la cultura teotihuacana, como muchas otras mesoamericanas, veían a los grandes carnívoros como símbolos de fuerza, que estaban a la par de las manifestaciones más poderosas de la naturaleza, o los ligaban a los elementos vitales.

“Además estaban destinados a las élites, y por tanto tenían un peso simbólico mayor; aves de presa, lobos, coyotes, pumas, jaguares y conchas marinas formaban parte de ese grupo selecto de fauna, cuyo tamaño también manifestaba poder y fuerza”, concluyó Valadez Azúa.
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